como en casa.

Según esos viejos manuales de cortesía en sociedad, cuando a uno le invitan a una recepción en un domicilio, además de sonreir, masticar con la boca cerradita e hilvanar con el resto de invitados una conversación cortés (y neutra), tiene que, al día siguiente, agradecer la soirée a los anfitriones.

Anoche estuvimos en una casa compartida muy muy generosamente por sus propietarios con amigos y absolutos desconocidos durante tres días.
Un loft precioso en pleno casco antiguo con exposiciones de obra, proyecciones, actuaciones, bebida y comida.
Una idea que, valiéndose exclusivamente del boca-oreja y de la paciencia de los vecinos, ha conseguido reunir (seguramente) a más de un centenar de personas. Y sobre todo ha conseguido dejar claro que la falta de espacios, recursos o apoyos no es, ni mucho menos, una excusa válida para quedarse en casa mirando lánguidamente por la ventana.
O leyendo Neo2, que es casi lo mismo.

Como en picnic no tenemos mayordomo con librea que entregue en bandeja de plata las notas de agradecimiento, y además, formábamos parte del grupo de desconocidos que no tienen muy claro quien paga las facturas de esa vivienda, damos las gracias desde aquí.
Y desde la admiración, claro.

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