El pasado mes de enero, nos hemos enfundamos de nuevo nuestro traje de mujer-rana para bucear en las profundidades de algunos proyectos de Madrid afines (por forma o por fondo) con picnic.
Visitamos a Àngela Amer, diseñadora e ilustradora mallorquina que colabora con Boa Mistura en el estudio que este proyecto de arte urbano reconvertido (o afortunadamente, no) tiene en Malasaña: Fábrica de Pepinos.
Charlamos sobre sistemas de trabajo colaborativos y sobre formas de construir marcas y proyectos a través de acciones que se apoyan, por encima de lo que uno quiere vender, en lo que uno es.
Una idea que comparte María Verde, de Madrid y Yo, el blog que desde el amor incondicional (de esos que garabatean corazones en las puertas de los baños y en los muros de las calles) por esta ciudad de sus dos autoras, ha crecido para convertirse en un inventario de lugares, planes y proyectos únicos, y que tiene, a día de hoy, el mismo tráfico de visitantes que el intercambiador de Atocha en hora punta.
Al otro lado de la mesa (porque sí, seguimos sentadas bajo el techo de Fábrica de Pepinos), asentía Iaia Cocoi, fotógrafa y diseñadora con la que colaboramos habitualmente y que ha convertido su amor (también pasional, por italiano) a la gastronomía en una forma de vida y un proyecto, Picniquette, que está cada vez más cerca de Mallorca.
Y como la cocina es el eje de casi todas las cosas (y las casas) quedamos emplazadas a visitar de nuevo el estudio de Boa Mistura en nuestra visita de febrero, para compartir el TUPPER TIME, ese momento oficial de networking con la boca llena, con todos los miembros a los que no pudimos conocer en enero.
Y de una fábrica… pasamos a otra: La Fábrica de Jabones, un local clandestino (sí, de los de contraseña en la puerta y sonrojo ante la posibilidad de que quien levanta el auricular al otro lado sea la vecina del cuarto) que sirve las noches de los jueves y viernes bocadillos gourmet de la mano del catering Le Nomade.
Charlamos con Miguel de Tena, socio y chef, de modelos de financiación, patrocinio y legislación. Una conversación muy nutritiva y especialmente sesuda si tenemos en cuenta que a esas horas ya habíamos podido probar (varias veces) la cerveza artesana con la que acompañaban sus bocadillos.
Nos entusiasmamos con las posibilidades de la gastronomía nómada y fantaseamos con la idea de hacer de nuestra vida anfibia, un sistema de trabajo que refuerce la visibilidad fuera de la isla de los proyectos gastronómicos que estamos cocinando (¿no os lo olíais hace un tiempo?) dentro de ella.
Y con el estómago y el corazón llenos, visitamos la exposición de TESLA en la Fundación Telefónica, el Campo de la Cebada y el Mercado de San Fernando. Cortocircuitos y propuestas cortocircuitantes de autogestión y emponderamiento (horrible palabra, bonito significado) del productor, el producto local y el proyecto a medida de las personas.
Pero eso es, en realidad, el postre de otra mesa.
En la próxima visita, os lo contamos.