Con la contracción de tres valores esenciales del producto, creamos la denominación tartesana, que nos permitía a su vez huir del término «tarta», habitualmente asociado en España a productos dulces y empalagosos.
A partir de la nueva denominación, construimos un storytelling para la marca que reflejara su procedencia y justificara la nueva denominación del producto.
Rediseñamos la marca partiendo de la procedencia como base, resaltando el apóstrofe, que se convierte en el ingrediente, la guinda del pastel gráfico que creamos para Las Tartas de L’Atelier, y que, en su esquematización, la misma que se usó como recurso también en las fotografías de producto, podía aplicarse para desarrollar cualquier tipo de elemento gráfico.
Un apóstrofe como un papelito de confetti, como una celebración al sabor y a la salud.